Estuve yo alli sentado, con la mano sujetando la maleta, en el tren que me conducía del aeropuerto al sureste de Londres, a casa, observando a mi alrededor los rostros que me parecían muertos por dentro, como zombies sin el maquillaje gris puesto. Apenas había pasado una hora desde que aterricé en Inglaterra. Estuve yo allí sentado, decía, cuando empecé a echar La Habana de menos.
Las dos semanas que transcurrieron en la EICTV me traen buenos recuerdos, y no hay duda de que el curso de guión me ha dado una nueva perspectiva sobre el cine, pero fue la capital cubana la que me rompió el corazón, de la mejor manera y en el mejor de los sentidos. Utilicé la palabra “cinematográfica” para describir La Habana y no he encontrado mejor término desde aquel entonces.
La estética de la gloria caída, los muros patrióticos que se desintegran, los taxis públicos con asientos-sofá, el aire que te asfixia y el viento que te lleva en volandas... Nada es cómodo o sencillo, en el sentido que se le suele dar a esas palabras en el mundo consumista y, por lo tanto, cada detalle esconde una pequeña aventura.
La Habana es, simplemente, una ciudad imposible de romantizar, porque la realidad está más allá del romanticismo estéril al que la cultura moderna nos tiene acostumbrados. Y eso lo digo sabiendo que yo sólo probé una pizca de su alegría y su amargura y su tristeza y su fiesta.
Como siempre suele ser, los viajes quedan marcados por las amistades momentáneas. Aquí me limitaré a hablar de los chicos de la habitación de Ramón, por perjuicio positivo hacia ellos.
Con Ramón, ese cinéfilo-actor de cuerpo fino y alma alegre, compartí más tiempo que con nadie. Como es natural, hablamos mucho de cine, pero aún más de nuestras filosofías personales. Me gustó su habilidad de entrar en las situaciones con tranquilidad, sin intentar impresionar ni dejarse impresionar demasiado. Aun así, sus imitaciones acabaron impresionando a todos. La de Joäo -- “El mejor día... de mi VIDA!!!” -- se llevo el premio gordo...
El inacabable optimismo de Joäo, su manera de llenar una habitación con su voz, me abrumó a veces. Pero se me quedó marcada una conversación que tuve con él al acabar el dramático partido Ghana-Uruguay. Estaba Asamoah Gyan en el suelo llorando y uno de sus compañeros se puso a levantarlo. “Me gusta que los levanten,” comenté. “Claro,” dijo Joäo, “hay que tener orgullo.” “¿Crees que llorar es no tener orgullo?”, le pregunté. “Se puede llorar,” respondió Joäo, “pero con la nariz en lo alto.” Se puede llorar, pero con la nariz en alto... Ese comentario podría servir como filosofía de vida...
Hernando me cayó, como persona, mejor que nadie desde el principio. Me perdí la mayoría de sus borracheras, cuando decidía soltar la lengua y su donjuanismo, pero su actitud rockera en la última fiesta en la escuela de cine se me quedará como recuerdo de por siempre. También su consejo sobre como conquistar a las mujeres: “Hay que maltratarlas, pues.” Genio...
Mauricio, al que denominé “Mauricio que vive del viento” el último día que pasé en La Habana, sabe lo que hace. Tiene contactos e historias para cien fiestas. Su cita “Para ser más maricón hay que tener dos culos” es más graciosa de lo que parece...
Hablé con muchos cubanos sobre la situación actual del país. Me sentía en una posición privilegiada para hacerlo, siendo yo un ruso hispanopalante que conoció por recuerdo personal y ajeno la antigua Unión Soviética. Un atendiente en el bar de Buena Vista Social Club me comentó que, aun trabajando, él se siente pobre y malnutrido. “¿Donde está la proteína?”, se puso a quejarse. Las señoras trabajando en la tienda del Museo Hemingway hablaron maravillas del Ché, pero confesaron tener “miedo al cambio,” a que les quiten sus ventajas como ciudadanos socialistas.
Todos coinciden en que la URSS era como la mano del padre que guiaba a Cuba como a su pequeño, y que cuando esa mano desapareció, Cuba no estaba preparada, y deambuló... pero sobrevivió sin perder su clase. Y de allí muchas de las maravillas de la gente cubana, que ahora tiene ese don de la sobrevivencia creativa.
Me quedé con la sensación de que la gente en Cuba conserva cierta dignidad de espíritu que el mundo consumista está destruyendo. A lo mejor estoy romantizando las cosas, aunque tengo fama de ser demasiado pesimista. O a lo mejor el viaje me ha cambiado. Quién sabe... Mi plan para Cuba consistía en desprenderme de cierta letargia que se había apoderado de mi vida. Ahora que estoy de vuelta en casa, me siento más letárgico que nunca, porque preferiría estar en La Habana.
Por: Alex Brovtsyn
2 comentários:
por cuba conheci amigos e pedi (claro) pra que cada um escrevesse sobre aquele incrível experiência... aí foi a segunda colaboração (depois de joão)direto de londres!
grande alex, belo texto!
por subliterato li muita coisa boa...
grande ramon, gente boa!
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